Dios, ateísmo y revolución, por Gabriel Wüldenmar
La revolución correcta tiene también una dimensión trascendente. Si se basa en la solidaridad e igualdad de las personas, se basa finalmente en la definición de persona. Así que todo se basa en la ética y en la persona, y ambas cosas, como vemos en otro lugar, se basan en Dios. Hay una contradicción en plantear que los hombres son iguales en niveles espirituales y trascendentes, y pretender al mismo tiempo que unos tienen derecho a una vida más digna y plena que otros (que la gran mayoría, de hecho), y a mandar y oprimir al resto. Desde el principio del cambio hasta la culminación y mantenimiento de una nueva sociedad, hay que cambiar la mentalidad de la gente para hacerla más solidaria, más fraterna, más crítica con el poder, más justa, y todo ello tanto en las relaciones personales como en las sociales. Es una labor imposible sin el estímulo de lo trascendente. Las revoluciones que han intentado prescindir y combatir lo espiritual han fracasado o se han convertido en tiranías horrendas.
Por eso, Dios es la verdadera Revolución, algo que el poderoso sistema materialista debe enterrar, desvirtuar, manipular o descafeinar
como sea, porque Dios, realmente asumido, es peligroso para el poder, ya que pone las metas del hombre
en mucho más que el culto al tener, al éxito y al poder (bases del materialismo capitalista), al hedonismo, la falta de ética personal y social y la superficialidad embrutecedora.
Interesa que el materialismo se imponga porque si
la materia es la única realidad, debemos vivir para ella, para explotarla
y consumirla, y si la
materia es la única realidad y nada tiene sentido, entonces se justifican las
luchas por el poder y la opresión desde el mismo sobre los oprimidos, pues es
justo y natural que los débiles sean eliminados por los fuertes. En cambio, si
Dios existe no se puede organizar el mundo (la sociedad, la economía, la
política, los valores, la ciencia) para beneficio de unos pocos, sino en función
del amor y la solidaridad con todos, y eso no interesa al sistema. Si Dios
existe, ni las armas, ni los lujos a costa de los pueblos crucificados, ni el
imperialismo, ni el embrutecimiento de las masas con el consumo, la violencia o
el sexo, ni nada de este gigantesco montaje que hemos hecho tendría sentido.
Las gentes despertarían de cara a su interior y a su exterior. Se ve que la cuestión
de si Dios existe y qué tiene que enseñarnos, es vital en todos los sentidos,
para toda persona y sociedad.
Sin
Dios el hombre queda desprovisto de su único Valedor. Reducido a mera materia
–negada la existencia de un alma espiritual y negado un destino ultraterreno,
el hombre ha de someterse servilmente a lo que el conjunto de la materia
necesite. Si el hombre no es más que materia, valdrá sólo lo que vale la cantidad
de materia que constituye su cuerpo, o la cantidad de riqueza que sea capaz de
producir.
El filósofo ateo Bertrand Russell lo
expresó muy bien: “Si el hombre es el
producto de causas que no tenían ninguna previsión de que al final se
lograsen;. . . si ningún fuego, ningún heroísmo, ninguna
intensidad de pensamiento y sentimiento, pueden preservar una vida
individual más allá de la tumba, ¿para qué todos los trabajos de los
siglos, toda la devoción, toda la inspiración, todo el brillo del mediodía del
genio humano, si están destinados a la extinción en la vasta muerte del
sistema solar , y que todo el templo de los logros del hombre,
inevitablemente, debe ser enterrado bajo los escombros de un universo en
ruinas? (…). Sólo en el andamiaje de estas verdades, sólo sobre la base
firme de la desesperación inflexible, puede la morada del alma a partir de
ahora de forma segura construida ("La adoración de un hombre
libre", en los Escritos Básicos de Bertrand Russell, eds., Robert E. Egner
y Lester E. Denonn. p. 67).
Hagas lo que
hagas en esta vida, objetivamente y en última instancia, carece de trascendencia o significado. Eres esencial, radical y básicamente (en un
sentido último) NADA (o
más precisamente, algo que viene de la nada, por nada, para nada y cuyo fin último
será, literalmente, nada), un mero accidente insignificante, sin ningún tipo de
trascendencia última significado o propósito en absoluto).
En efecto, si no existe Dios, si
estamos aquí solos, abandonados en la nada, surgidos por casualidad, por un juego
azaroso de materia y espacio-tiempo, nada tiene sentido, mi existencia es
nada, nada permanece, la misma ética carece de motivación e impulso. Así lo han
reconocido los grandes pensadores del ateísmo y el materialismo: sin Dios nada
tiene sentido, nada tiene un por qué ni un para qué. Si las cosa son así,
¿quién soy yo (o tu), un mero accidente sin sentido, para tratar de traer orden
y sentido a lo que no lo tiene ni puede tenerlo, pues intrínsecamente es un
sin-sentido? Si nada soy y si soy para nada ¿me dedicaré a luchar por un
propósito y un fin en un cosmos sin propósito ni fin? Si sólo tengo esta breve
existencia y sólo soy materia y cuerpo ¿por qué mis impulsos materiales,
corporales y egoístas, no han de ser lo primero y lo único en este absurdo de
cuatro días y medio que va a ser mi vida?; si sólo soy como la casual burbuja
de una olla de agua hirviendo, que estoy aquí y al instante siguiente no ¿qué
me importan las demás burbujas y el caos del hervor? Si el cosmos y la vida
humana son un absurdo y la muerte no ofrece ninguna liberación, ¿podemos ser
felices con el conocimiento de que estamos derrotados incluso antes de empezar?
Por otra parte, si no soy responsable
ante nada ni nadie que me trasciende y yo no puedo tener más criterio que la materia
pues nada existe que no sea la materia y lo que vemos y tocamos ¿por qué mi
escala de valores debería venir impulsada o presidida por algo que no sea el
bienestar y la satisfacción de mi materia?¿para qué preocuparme por nadie más
que por mí, para qué perder mi corta vida preocupándome por ti, si sólo tengo
que vivir mi breve existencia?, si tú eres un obstáculo en mi camino o una
molestia ¿por qué no te voy a apartar como una piedra, si no tienes más sentido
ni eres, en esencia, diferente de ella? Si tú me puedes aportar beneficios ¿por
qué no utilizarte y explotarte si tu existencia no tiene, en el fondo, más
importancia que la de un burro de carga? Como vemos, el materialismo es
profundamente peligroso para la ética, profundamente reaccionario y anti-revolucionario,
profundamente aliado del sistema capitalista que nos predica: “Trabaja y vive
sólo para consumir y para tener, eso es todo, no hay nada más”. Si el
comunismo supiera lo enemigo del ser humano que es el pensamiento materialista
no sería materialista, propondría su reforma social en un contexto trascendente
y de valores...entonces sería el cristianismo.
Es curioso que algunos
ateos califiquen su ateísmo como humanismo, cuando el ateísmo, a base de negar
la naturaleza humana como algo real, negar la libertad, negar los valores
morales y negar la trascendencia, niega completamente al hombre. El título de
“humanismo” no lo merece el ateísmo, sino la cosmovisión creyente. Un destacado
ateo, Richard Carrier, ha tenido el valor de reconocerlo: “El verdadero
humanismo es el creyente, el ateo es antihumanista. En nuestra visión del
mundo, somos sólo otro pequeño subproducto de la naturaleza, en ningún sentido especial
para nadie más que para nosotros mismos, sujetos a una gran cantidad de
accidentes al azar y a fuerzas, y no hay un ser perfecto o supremo, en absoluto,
por lo menos, de todos nosotros. Por el contrario, es el
teísmo, el que a menudo alienta la arrogancia, haciendo del hombre el
centro del universo, exagerando su importancia en el gran esquema de las cosas.”
(Sense and Goodness Without God: A
Defense of Metaphysical Naturalism (Bloomington: AuthorHouse, 2005, p
259).
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