martes, 21 de diciembre de 2010
¡PRIMICIA MUNDIAL: PLATON CONFIRMADO!
ATLANTIDA ¿MITO O REALIDAD?.
Por Gabriel Wüldenmar Ortiz
El filósofo Platón, en su obra “Timeo y Critias” recoge la información de Solón del sacerdote egipcio de Sais basada en archivos del templo. “En aquella época, éste mar era navegable. Y había una isla ante el Estrecho que vosotros llamáis las Columnas de Hércules – el estrecho de Gibraltar – más grande que Libia y Asia juntas - se refiere a la franja costera norteafricana salvo Egipto, y a Asia Menor -. Y los viajeros de aquel tiempo podían pasar fácilmente desde esta isla a las otras – las Antillas - , y de éstas, al todo el continente que más allá bordea el mar interior – sin duda América - ; pues lo que hay de esta parte del Estrecho de que hablamos – el Mediterráneo, pequeño respecto al verdadero océano - , parece un puerto natural con la entrada angosta – el Estrecho de Gibraltar - , mientras que del otro lado hay un verdadero mar – el Océano Atlántico - , y de la tierra que lo rodea - el continente Americano - podemos decir con razón que es un verdadero continente”.
Platón explica que la Atlántida era una isla de 370 Km de largo por 185 Km de ancho rodeada de altas montañas, con un gran foso cavado rodeando la llanura central – un poco por la acción de la naturaleza y un poco por obra humana durante varios reinados -. El foso era de 30,826 metros de profundidad y 184,8 de anchura en todos sus puntos y su longitud era de 1.850 Km. Este sistema canalizaba las aguas de las montañas convergiéndolas en la ciudad de forma controlada y vertiéndolas después al mar mediante canales navegables de unos 30,8 mts separados entre sí por 18,5 Km.
Evidentemente son demasiados detalles concretos e innecesarios para que esto sea una utopía simbólica. Si es producto de su imaginación o de la de otros (una leyenda), no se entiende cómo podía conocer datos geográficos reales como que existe un gigantesco océano que deja pequeño en comparación al mar Mediterráneo, que en efecto existen las Antillas como un rosario de islas, que por ellas se llega a un continente mucho mayor (América), que este continente bordea todo el Atlántico. Está claro que en aquella época no se conocía el Atlántico, ni las Antillas ni América. Desde luego ni Platón ni los griegos ni los egipcios conocía nada de esto, porque de lo contrario aparecería en otros muchos de sus escritos; se limitan a recoger una tradición antiquísima. La cuestión que se plantea entonces es que si dan todos estos detalles geográficamente exactos y verdaderos por lo que respecta al Atlántico, las Antillas y América ¿por qué habría de ser falso lo referente a la existencia de la Atlántida?.
La mayor crítica a Platón es que ninguna otra fuente confirma lo que él dice, pero esta crítica puede tener sus días contados con lo que hemos descubierto en fuentes sumerias. Puede que el mundo sumerio confirme a Platón que habla de una isla continente en el mar más allá de las columnas de Hércules (Gibraltar en Europa y Jebel Sidi Mousa en África). En efecto, hay evidencias de que el final de la Atlántida se relaciona de muchos modos con el diluvio. Pues bien, en la epopeya de Gilgamesh en su versión hitita rescatada por Johannes Friederich, cuando este héroe, en busca de la inmortalidad, pretende ver al Noé mesopotámico Utnapistim (el sumerio Ziusudra), que sigue vivo, debe cruzar “el gran mar de las aguas de muerte”, es decir un mar grande donde hubo mortandad, lo que en el mito de Atlántida, catastróficamente hundida, no puede significar sino el océano Atlántico.
Generalmente se cree que este mar representa el viaje al más allá, pero no es así, se trata de un mar real (más bien un océano), ya que 1) Utnapistim no está muerto, sino vivo, como Gilgamesh, 2) se tarda un mes y quince días en llegar en barco desde algún punto del Mediterráneo oriental (probablemente Líbano, dado que se habla de los bosques de cedros, exclusivos de allí) donde el héroe había cruzado por tierra, 3) una diosa, Siduri, le dice Gilgamesh “el mar es imposible de cruzar. Desde hace mucho tiempo nadie ha llegado al otro lado del mar” salvo el dios sol (Shamash) y evidentemente, si ese mar representara el paso más allá, esas palabras no tendrían sentido porque constantemente pasa gente por el tránsito de morir.
Para confirmar que se trata del mismo mar que señala Platón, vemos que Gilgamesh, para llegar al “Gran Mar, que está lejos”, debe seguir “el camino habitual” (es obvio que no habla de la muerte porque Gilgamesh no está muerto ni tampoco aquel a quien busca) y que como señales “que le llevan al destino” había dos “columnas de piedra”, justo como dice Platón: que las Columnas de Hércules dan paso al Atlántico donde estaba la Atlántida. Una vez pasadas esas columnas tenía que girar y llegar a una ciudad (evidentemente en medio del mar) llamada “Itla”, que tiene que ser la forma mesopotámica de referirse a “Atla” o “Atlán”, la Atlántida. Evidentemente todo esto queda en el Oeste, ya que Shamash, el sol, cruza ese Gran Mar y le ayuda una vez pasadas esas dos columnas de piedra. El único Gran Mar casi imposible de cruzar, tras dos columnas y en el Oeste, sólo puede ser el Atlántico. El mito, por supuesto, mezcla pasado con presente y así aparece la Atlántida como aun existente. Se trata pues de una confirmación de la existencia de la Atlántida.
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lunes, 15 de noviembre de 2010
NEW AGE: LOS PELIGROS DE LA IRRACIONALIDAD
NEW AGE: LOS PELIGROS DE LA IRRACIONALIDAD
Por Gabriel Wüldenmar
La New Age es un movimiento lleno de “maestros” tanto de este mundo como supuestamente del otro. Pero, paradójicamente, hay algunos grupos que rehúsan toda enseñanza doctrinal o información exterior, porque dicen que les basta su interior para saberlo todo, que no quieren nada de fuera.
Es verdad que en nuestro interior hay un yo más reposado, sabio y profundo, una oportunidad para reenfocar mejor las realidades de la vida, con mayor serenidad y desapego. Pero ¡cuidado con exagerar la doctrina del maestro interior!. Él también es un discípulo de la vida y no lo sabe todo. Por eso está viviendo aquí encarnado, interactuando, relacionándose con el entorno y los demás, experimentando, equivocándose, nutriéndose de la información del exterior. Eso es vivir y aprender, sino, no tendría sentido que estuviésemos aquí experimentando a los demás y al entorno. El ser humano es un ser social y se nutre de la experiencia exterior con los demás; su mente se construye con información, conocimiento y experiencia, a tal punto que no existe un ser humano que sólo se nutra de su interior. De lo contrario, el aprendizaje y la objetividad serían imposibles. Incluso nuestro cuerpo, que es maravilloso y funciona muy bien, necesita el continuo aporte de oxígeno y alimento de fuera.
Además, la afirmación de la tesis ultra-interiorista es contradictoria en sí misma: si es verdad que sólo debo aceptar lo que viene de mi interior, cuando alguien me diga que sólo debo aceptar lo que venga de mi interior, debo rechazarlo, porque esa información me viene de otro, del exterior, así que si la acepto, ya la declaro falsa, y si no la acepto, evidentemente, también.
Es absurdo pues que, a vueltas con la soberbia de nuestro ego, despreciemos la ayuda o consejo del conocimiento externo. Por el contrario, aprovechémoslo, hagámoslo interno y lo habremos asimilado. Además, al que dentro de sí mismo se aventura sin buenos anclajes fuera, le esperan enemigos insidiosos: 1) La oscuridad que emana de nuestra naturaleza interior caída no purificada (Gen 6,5 y 8,21; Mt 15, 18-19, por eso estamos en un mundo donde hay dolor y purificación).
2) El engaño seductor y sensual de nuestro ego que busca perderse y acomodarse en sensaciones autocentradas en vez de pulirse y progresar.
3) La acción de fuerzas oscuras inteligentes que aprovechan para crear nexos de mentira y explotación energética, deseosos de una ventana hacia nuestro mundo.
4) El olvido de nuestro compromiso con el prójimo y con la necesidad de luchar por un mundo más justo.
5) Existe el peligro de que se acabe resintiendo nuestra racionalidad, objetividad y sentido crítico para entrar en un mundo de fantasías irracionales completamente subjetivas y a-críticas. En efecto, si lo único verdadero es lo que siente o “sabe” mi interior y no puede haber contrastación con información externa, no podrán establecerse criterios de lo que es verdadero o falso. Queda así bloqueada toda capacidad de conocer, de ciencia objetiva y de racionalidad. Todo esto da lugar a posturas irracionales
Por todo esto, todas las tradiciones – budista, judía, cristiana,... - auténticamente místicas advierten de la necesidad de emprender el camino interior desde una doctrina firme, con sentido crítico hacia nuestras experiencias psicológicas y desconfianza de la imaginación y con el asesoramiento al menos inicial de un maestro experimentado.
Pero la pseudo-mística de estos grupúsculos ignora todo esto. Si les advertimos de estos peligros reaccionan agresivamente culpándonos de “meterles miedo”. Son como uno que quiso demandar “por sembrar el miedo entre los conductores en vez de dejarles circular libremente” al Departamento de Tráfico, por poner tantas señales de peligro, normas de circulación y campañas de concienciación. Irracionales.
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domingo, 24 de octubre de 2010
LOS SECRETOS DEL INFINITO
LOS SECRETOS DEL INFINITO: nueva prueba metafísica de la existencia de Dios
por Gabriel Wüldenmar Ortiz
El materialismo nos dice que no nos preguntemos qué hay más allá del universo, porque la pregunta carece de sentido. Pero el universo es algo material y todo lo material tiene por antecedente una causa, que antecede al efecto, así que es lícito preguntarnos por ella. ¿Qué hay, pues, más allá del universo?
A) ¿Un espacio-tiempo sin final? Lo que hay “fuera” del universo no puede ser más espacio por dos razones:
1) según la ciencia, el espacio nace con el universo material y acaba con él, y
2) el espacio es, por definición, un lugar que puede ser ocupado por un cuerpo (sin que importe si ahora hay o no algún cuerpo ocupándolo); un espacio infinito sería susceptible de ser ocupado por un cuerpo infinito. Ahora bien, un cuerpo infinito es algo imposible porque precisamente los cuerpos se definen (=”tienen fines”) delimitando la realidad, separando lo que son de lo que no son. Y no sólo es un problema del humano “saber definir”, sino un problema objetivo, ya que cualquier cosa que existe lo es en función de sus límites; si pensamos en un objeto cualquiera lo básico para que exista son los límites que lo definen y separan del resto circundante; por tanto, todo lo que existe es dentro de unos límites y existe gracias a ellos.
B) Lo que hay “después/antes” del universo tampoco puede ser un tiempo sin final, porque 1) según la ciencia, el tiempo nace con el universo material y muere con él, y 2) el tiempo eterno, por definición, es un momento que puede ser ocupado por un suceso eterno. Ahora bien, un suceso eterno es algo imposible porque precisamente los sucesos se definen (= “tienen límites”) delimitando la realidad, separando lo que son cuando ocurren de cuando no ocurren. Y no sólo es un problema del humano “saber definir”, sino un problema objetivo, ya que cualquier suceso que ocurre, ocurre en función de sus límites; si pensamos en un suceso cualquiera, lo básico para que ocurra son los límites que lo definen y separan del resto de lo que ocurre o podría ocurrir; por tanto, todo lo que ocurre es dentro de unos límites y existe gracias a ellos.
C) ¿Puede que más allá sólo exista la nada? No, no es posible porque la nada no puede existir, ya que por definición no es nada. Si existiera, sería algo, ya no sería nada, si fuera un inmenso espacio absolutamente vacío, ya sería algo (espacio; estaríamos en el caso A); si fuera un tiempo infinitamente infértil ya sería algo (tiempo; estaríamos en el caso B). Además no tendría sentido (ni causal - ¿por qué existe algo en vez de nada? - ni estructural - ¿por qué lo que es, es como es?-) que no existiendo nada, existiese en medio de nada algo (el universo). Si nada existiera desde siempre, nada existirá en cualquier momento posterior, ya que de nada no puede salir algo; la nada no puede causar más que nada, es completamente infértil por definición.
D) Si no puede ser ni un espacio infinito (A) ni un tiempo eterno (B) ni la nada (C), entonces debe existir algo, “algún ser” infinito y eterno. Infinito no significa (que ocupa) un espacio muy, muy, muy... grande, sino que es a-espacial (carece de espacio), de lo contrario caeríamos en la imposibilidad de “A”. Eterno no significa (que existe durante) un tiempo muy, muy, muy largo, sino que es a-temporal (carece de tiempo), de lo contrario caeríamos en la imposibilidad de “B”.
Además, la adimensionalidad de lo infinito/eterno es fácil de demostrar. Sea el conjunto de número naturales (1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8...n, hasta el infinito).
Sea también el conjunto de sus cuadrados (1, 4, 9, 16, 25, 36, 49, 64... n2 hasta el infinito). Aunque ambos conjuntos o series son infinitos (siempre puede imaginarse un número mayor o un cuadrado mayor a cualquier número o cuadrado dado) parece evidente que tiene que haber más números en la primera serie que en la segunda pues esta última está reservada para los cuadrados y la primera admite cualquier número. Tendríamos pues un infinito más grande que otro infinito, lo que es absurdo porque todo infinito es tan infinito como cualquier infinito y, para colmo, no puede existir más que un infinito porque si hubiera varios ninguno sería infinito ya que cada uno tendría límites con los demás. Esto implica que los conceptos de “mayor” o “menor” e igual no son aplicables cuando se habla de infinito, como confirmará siglos mas tarde el matemático Georg Cantor.
Sabiendo, explica Cantor, que hay infinitos puntos en un segmento (los puntos carecen de dimensión y por tanto de tamaño) se concluye que en un segmento hay el mismo número de puntos que en otro aunque difieran de longitud, ya que, como puede demostrarse geométricamente, cada punto de un segmento tiene un punto-imagen en el otro, por mucho que difieran en longitud, lo que prueba que ambos tienen el mismo número de puntos. Si con cualquier segmento de puntos infinitos, se construye un cuadrado, se demuestra que esta última figura tiene también puntos infinitos, igual que en cualquiera de los segmentos que forman sus lados. Si de la 2D pasamos a 3D y construimos un cubo, pasa exactamente igual, resulta que éste también contiene el mismo número de puntos: infinito. Por tanto, queda demostrado que en un segmento, por pequeño que sea, hay tantos puntos como en todo el universo. En el interior de lo infinitamente pequeño está lo infinitamente grande.
Así pues lo infinito/eterno es adimensional. Si lo que hay “más allá” del cosmos es a-espacial y a-temporal, será “adimensional” y por ello forzosamente debe ser inmaterial, espiritual, mera relación o significado, porque todo lo material es necesariamente espacio-temporal, no puede haber algo adimensional que sea a la vez material. En efecto, si no puede ser A ni B no puede ser material y si no puede ser C no puede ser no-existente, por tanto será un ser exístete pero infinito y eterno. Ese ser inmaterial, eterno e infinito, que tendría que ser inteligente para ser causa adecuada para el universo, es lo que llamamos Dios.
Ahora bien, ese ser infinito/eterno ¿existe objetivamente o es el resultado del pensamiento humano al negar la idea de “límite”, obtenida por abstracción de la observación de los cuerpos y los sucesos? El infinito/eterno es lo que no acaba nunca en ninguna parte, las matemáticas (números, valores de aproximación a límites, etc.) y la geometría (definición de recta o de paralelas, ejes de simetría de una circunferencia o esfera, cuadratura del círculo imposible de alcanzar salvo con un polígono de infinitos lados, etc.) son la mejor prueba de que existe. Matemáticamente se define como el valor mayor que cualquier cantidad asignable o imaginable por grande que sea. Eso quiere decir, en la práctica, que uno podría estar contando y no acabaría nunca pues siempre hay un número mayor posible a cualquiera imaginado. Pero eso no lo podemos comprobar ya que no hay vida humana ni vida de toda la humanidad ni duración de todo el universo que sean suficientemente grandes para comprobarlo contando hasta el infinito, así que tenemos que creerlo y ya está. No hace falta que alguien lo haga, basta con saber que se puede hacer. Que nadie pueda hacer (demostrar) una cosa no significa que no pueda existir y deba existir.
Pero se trata de algo más que de una mera creencia, se trata de una verdad matemática clara y distinta que siempre se puede imaginar un número mayor a otro cualquiera por grande que sea este último, ya que sabemos que por grande que sea un número siempre le podremos sumar otro mayor, da igual que nadie lo haga. Si no podemos hacerlo no es porque no exista sino porque desde nuestra finitud no podríamos hacerlo o alcanzarlo, pero existe necesariamente. Decir que lo infinito existe (infinito real) simplemente porque puede (infinito potencial) y debe necesariamente (infinito racional) existir, supone por tanto aceptar que el infinito es algo que existe objetivamente, es decir, independientemente de nosotros. En ese nivel, los tres tipos de infinito se identifican, y es lo que llamamos Dios.
Esto tiene importantes consecuencias:
1) He aquí algo indudablemente verdadero aunque no sea demostrable-verificable por la experiencia, lo que desmonta y deja en mal lugar el positivismo materialista.
2) Esto justifica el salto de lo ideal a lo existente en la realidad que hace el argumento ontológico de la existencia de Dios.
3) Esto apoya el teorema de Gödel sobre la existencia necesaria de lo indemostrable en cualquier sistema. 4) El argumento señala la existencia de Dios como trascendente al universo, lo que deja en mal lugar los planteamientos panteístas y new age. 5)Esto constituye un nuevo argumento en favor de la existencia de Dios, hasta ahora desconocido por la filosofía.
Gabriel Wüldenmar Ortiz.
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miércoles, 18 de agosto de 2010
Amor y Sexo (I)
AMOR Y SEXO (I)
El impulso amatorio es una de las fuerzas psíquicas más poderosas que existen, por él se han hecho locuras, se han creado las más bellas manifestaciones del arte y hasta se han organizado guerras.
Hoy estamos en una sociedad obsesivamente erotizada, donde el sexo se glorifica como centro indispensable y omnipresente de la felicidad. Luego, esta sociedad hipócrita se asusta con la pederastia, el turismo sexual, el sexo o la violación entre niños o el acoso sexual, como si no hubieran fomentado todo eso al fomentar el “todo vale” y la precocidad sin valores morales ni espirituales.
Hay dos maneras de interpretar esta poderosa fuerza:
1) La visión materialista, según la cual todo es cuestión de hormonas e instinto puramente animal, y no cabe en nosotros por tanto más que un comportamiento animal, como mucho mediatizado por la cultura. El sexo no necesita del amor. Es natural ser egoístas, promiscuos, manipuladores y calculadores para lograr el placer, porque nuestros genes nos obligan a ello. Lo natural, afirman, es engañar, la inestabilidad, ir haciendo promesas falsas y rompiendo corazones. Lo principal es el cuerpo.
2) La visión espiritual, según la cual el amor y es sexo son un acto de comunicación integral y armónico entre dos seres humanos implicando a toda su humanidad, es decir, su parte corporal, su parte psicológica-relacional (personalidad, conductas) y su parte espiritual-trascendente-moral. El sexo no puede concebirse sin amor, porque dejaría de ser un acto de encuentro entre dos personas, quedaría mutilado y deshumanizado. Por ello, exige valores de nobleza, sinceridad y compromiso. Lo principal es la persona.
Por su parte, la visión materialista se esfuerza en combatir los valores de la visión espiritual del amor. El objetivo es eliminar todo lo espiritual del terreno amoroso - viejo patrimonio del alma, de lo ético y de lo subjetivo - y reducirlo a lo sexual, a lo bioquímico y lo genético.
- Así, contra su naturaleza espiritual y moral se alzan la “revolución sexual” y el “reduccionismo genético y bioquímico”;
- contra la fidelidad y el compromiso surge la “hipótesis sociobiológica”;
- contra la confianza y la entrega se alza la “convivencia experimental pre-compromiso”
- la importancia de lo trascendente tiene como teoría opuesta la negación de la importancia de lo espiritual en las parejas
- el desinterés solidario aparece contradicho por la “teoría mercantilista del amor”.
No podemos extendernos aquí – aunque buenos y sobrados argumentos tendríamos - para mostrar la insuficiencia de las teorías bioquímicas para explicar la esencia y las variedades del amor, ni para mostrar las falacias interesadas de la teoría sociobiológica, ni para señalar que amor y sexo no son lo mismo ni se pueden reducir uno al otro, ni cómo la revolución sexual no nos ha liberado ni hecho más felices, etc.
Gabriel Wüldenmar Ortiz
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Amor y Sexo (II)
AMOR Y SEXO (II)
El ser humano busca algo más que el placer, busca una plenitud trascendente. Si sólo vive para el placer al final queda un vacío, una apatía ante los ideales, un desencanto existencial, un aburrimiento vital sin sentido, superficial, que nada entiende, a nada reverencia ni en nada cree. Su cosecha es dolor, falsedad, despreocupación por lo demás, egoísmo no dialogante y cínico. En efecto, por mucho que hagamos para conservar y estimular lo sexual, siempre quedamos como buscando algo indefinido, con un deseo por dentro que no se satisface y que no sabemos identificar.
El solo placer sexual, con ser maravilloso e importante, no puede reunir armoniosamente dos vidas, y los que a él se confían para establecer lo que todos inconscientemente anhelamos, el amor verdadero, serán desmentidos por la realidad de la vida. Ella nos muestra que el placer sin armonía espiritual tiene más que ver con el tedio y la insatisfacción de lo más profundo de nosotros que con la felicidad verdadera. Ella nos revela que el secreto del amor próspero y bendecido es entregar la vida entera el uno por el otro con el objetivo firme de hacernos felices, renunciando cuando sea necesario y justo a cada impulso egoísta, pues la dicha de cada uno es causar la del otro, por lo cual cada uno abastece al otro de amor, cuidados y respeto. Todo ello debe suceder en una vida en común iluminada por compartirlo todo, por dialogarlo todo y por vivir experiencias sencillas y hermosas que unen a las almas que se parecen en sus metas y aspiraciones espirituales y que poseen una cosmovisión semejante.
Lo que buscamos en el fondo no es copular unos con otros, sino hallar el amor verdadero y eterno, de eso tenemos sed aunque, desesperados de encontrarlo, nos lancemos actividades que no solucionan la verdadera soledad y menos en su forma más aguda: la soledad del espíritu que no se une a otro para compartirlo todo en el amor, incluso, como otra dimensión más de esas intimidad cotidiana, el cuerpo físico que cada uno posee. Lo que buscan estos peregrinos del placer sin saberlo, es su propia identidad, sentido para sus vidas, alguien que los ame de verdad, que los valore como seres humanos, que sea incondicional, que los acepte como son, que no los abandone cuando aparezca alguien más atractivo, que los ayude a desarrollarse, en definitiva, como seres humanos que miran a la vida con esperanza y amor; no buscan el mero placer que cansa, desilusiona y deja insatisfecho. Este amor es el gran ausente de nuestras vidas, pero lo más anhelado secretamente.
El verdadero amor recupera conceptos que esta sociedad no quiere ni oír, como el sacrificio, la entrega, la moral.
La clave del amor es la renuncia al egoísmo y el deseo de hacer feliz al otro. El amor de éxito es ante todo un vinculo de comunicación, solidaridad y conocimiento mutuos, mucho más que de necesidad y beneficio egoísta. Pasa más por el dar que por el obtener y desde luego es una escuela de renuncia y tolerancia. Lo principal en el amor es la confianza, la comunicación, el ayudar al otro a crecer como persona.
Gabriel Wüldenmar Ortiz
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martes, 1 de junio de 2010
EL ABUSO DE ISRAEL
Siempre he sido un buen amigo de la Comunidad Judía española, he ido a las escuelas hebreas, he hablado de religión y Kabalá con los rabinos, he cubierto mi cabeza para entrar en las sinagogas de al menos dos países. No pierdo de vista que mi Maestro, Jesús de Nazareth era nativo de ese pueblo, ni olvido los sufrimientos que ha pasado.
Por todo ello, y en primer lugar por la dignidad inalienable de la vida humana, contemplo con indignación y dolor cómo el ejército israelí - ya conocido por su “valentía” a la hora de emplear toda su sofisticada tecnología y su apabullante armamento contra mujeres, niños y ancianos –, se dedica ahora a la “heroica labor” de masacrar pacifistas y cooperantes. Abusa así, una vez más de la prepotencia que le ha dado históricamente refugiarse bajo las faldas de EE.UU. para poder reírse a gusto de la Comunidad Internacional, burlarse de las resoluciones de la ONU y escapar siempre a sus sanciones. Esas mismas resoluciones y sanciones, son aplicadas estrictamente a otros países, tienen consecuencias graves económicas, diplomáticas y militares, pero para Israel sólo supone impunidad.
De todas formas, el hecho tiene precedentes. La noche del 25-26 de diciembre de 1991, el barco Ibn Khaldoun transportaba hacia Irak un cargamento de alimentos y medicinas destinadas a los niños que sufrían el bloqueo estadounidense. A bordo iban 242 mujeres, en su mayoría árabes pero también europeas y estadounidenses. La carga la había recogido la Liga de Mujeres Árabes y asociaciones humanitarias. El barco partió de Argel el 6 de diciembre. El 26, a las 4 de la madrugada, 18 barcos de guerra americanos obligaron a parar al carguero. Confiadas en que no les harían daño gracias a la Convención de Ginebra, salieron al puente. 400 marines las abordaron, rompieron las cámaras de fotos y golpearon y violaron a muchas de ellas, incluidas dos americanas acusadas de estar con los árabes. A las 7 de la mañana se fueron tras destrozar los teléfonos y requisar todas las cartas de navegación. El barco quedó inmovilizado 9 días. Este hecho fue silenciado por los medios occidentales a pesar de tener todos los ingredientes como para hacer grandes reportajes. Se ocultó sistemáticamente cualquier aspecto impactante del episodio. Nunca se juzgó a nadie. Ojalá esta vez sea distinto.
Gabriel Wüldenmar Ortiz
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lunes, 5 de abril de 2010
LA CEGUERA MATERIALISTA
LA CEGUERA MATERIALISTA
Por Gabriel Wüldenmar
Veamos una anécdota que ilustra la ceguera que puede causar el materialismo incluso en personas que deberían tener entrenadas sus dotes de observación. Hemos visto un reportaje de “divulgación científica” en que un entrevistador materialista preguntaba a un científico materialista en qué se diferencia el hombre de los animales, y éste contestaba que no había ninguna diferencia entre ambos, que quizá la única, y a medias, era el lenguaje. La entrevista tenía lugar al aire libre en un campus universitario, y el espectador podía ver de fondo, mientras escuchaba esa respuesta, toda clase de pruebas de la superioridad cognitiva y técnica humana respecto a los animales: edificios infinitamente más sofisticados que las mejores construcciones animales, vehículos supereficaces e ingeniosos, personas vestidas, personas llevando apuntes y libros con símbolos codificados con información sobre el universo a escala infinitamente superior a la escala humana, etc., y por supuesto a dos tipos intentando comprender la propia mente de su propia especie y hablando a través de aparatos de tecnología asombrosamente sofisticada, como micrófonos, ordenadores y cámaras de TV, capacidades y logros todos ellos por completo ajenos a los animales pero usuales en la especie consciente humana. Mientras negaban la existencia de diferencias entre el hombre y el animal, ¡estaban literalmente sumergidos en ejemplos de dicha diferencias!
Los materialistas se sienten amenazados por la conciencia, por eso en determinados reportajes de “divulgación científica” denigran el cerebro diciendo que es una chapuza y no lo más sofisticado del universo. El motivo real oculto es salvaguardar el materialismo como sea frente a la amenaza que supone la maravilla de la mente y la conciencia. El motivo manifiesto aparente es que la memoria tiene fallos y toma atajos, y que la conciencia no se ocupa de muchas funciones, que deja al inconsciente. Olvidan así que 1) nadie exige que un aparato tenga que ser absolutamente perfecto para considerarlo un ingenio maravilloso producto del diseño propositivo del inventor. 2) Precisamente “tomar atajos” y sacar partido de los recursos disponibles para lograr fines no es demostración de improvisación o chapuza sino de ingenio, economía y funcionalidad. 3) Olvidan además que memoria y conciencia cumplen su labor y nos han situado donde estamos en cognición, tecnología y conocimiento así como en vivencias éticas, estéticas y trascendentes. De hecho, ellos están denigrando la utilidad de la memoria o de la conciencia gracias al uso de ambas maravillas sofisticadas y prodigiosas. Así de ciego es el materialismo.
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jueves, 4 de febrero de 2010
EL ENEMIGO EN CASA
El ENEMIGO EN CASA
Por Gabriel Wüldenmar
El gran enemigo del progreso moral del hombre, tanto a nivel social como individual, es nuestro ego. El ego surgió de alimentar mal (con codicia y materialismo) y enfocar incorrectamente (hacia nosotros mismos en vez de hacia Dios y por ende a todas las criaturas) nuestra legítima sed de felicidad personal sin medida. Lo que debió ser un factor de crecimiento y afirmación personal en el marco de una autoestima sana, se convirtió en un crecimiento desordenado del culto al “sí mismo”, que ahora el sistema materialista se dedica a hipertrofiar y adular sin medida con elementos que van desde el fomento del consumismo egocéntrico individualista y narcisista-omnipotente, hasta las justificaciones “científicas” (sociobiológicas) del egoísmo, pasando por la tan en boga “psicología del yo” (que paraliza todo progreso ético con la excusa de la autoestima en su cruzada extrema contra la culpa y por hacernos creer que somos perfectos) y por la enseñanza de la competitividad feroz desde la más tierna infancia.
Por proteger, servir y regalar a nuestro ego, sacrificamos a todos y a todo lo demás, nos volvemos iracundos y muy susceptibles, soberbios, intocables y mentirosos. El ego se manifiesta de muy diversas maneras según la personalidad del individuo. Se puede detectar examinado tanto nuestras reacciones como el discurso interno que, si somos sinceros, está en el fondo de nuestra mente. A MÍ nadie me puede – ni lo más mínimo - cuestionar, enseñar, corregir, mejorar con su crítica, limitar en nada o negarme lo que yo quiero, porque me sentiré ofendido y responderé con ira. Creo, absurdamente, que tales cosas son quedar “por debajo” de los demás o parecer tonto, y eso no lo puedo consentir; siempre tengo que vengarme o salirme con la mía y decir yo la última palabra; no me basta con aceptar que no soy menos que los demás, es que además creo que soy mejor que nadie. Yo siempre tengo razón, tengo justificaciones y buenas razones para hacer lo que hago (incluso y especialmente el mal), mientras que el otro hace lo que hace porque es malo o es imbécil. Yo tengo que ser el centro o protagonista de todo lo que pasa (egocentrismo) sea bueno o malo, necesito mi público, que me admiren, que vean mi belleza, lo bien que hablo, lo mucho que sé de todo, incluso que vean lo bueno que soy o lo que sufro. No hay mayor placer que crecer yo empequeñeciéndote a ti (por medio del desprecio, de la burla, de la comparación, de la estrategia manipuladora, de la calumnia, de la explotación, de la humillación pública...). Mi sagrado YO es mi único dios verdadero.
Por el ego torcemos la realidad más evidente hasta límites increíbles (para creernos el centro de todo lo que pasa) y nos mentimos a nosotros mismos (tratando de hacer pasar el interés por virtud, negándonos a la autocrítica de nuestra conducta o siendo impermeables o agresivos ante la crítica ajena), manipulamos y dañamos, nos volvemos ciegos ante nuestros propios defectos aunque vemos perfectamente y señalamos esos mismos defectos en los demás. Así, el ego es sabio en estrategias de engaño, que serán más sutiles cuanto más avanzada moralmente esté la persona, y más cínicas cuanto menos lo esté.
El ego, esa necesidad hipertrofiada de afirmarnos a nosotros mismos sobre los demás, es siempre lo que nos pierde, la raíz de todos nuestros defectos morales. El problema es que ninguna visión materialista de la realidad o de la ética aporta ninguna solución para controlarlo, al contrario, el materialismo lo justifica por la “ciencia” y lo incrementa por el halago y la sensualidad. Por eso, el que quiera mejorar espiritual y éticamente no tiene más remedio que dirigirse al terreno de lo espiritual. Las tradiciones espirituales de todo el mundo centran el perfeccionamiento espiritual y ético del hombre en negar, debilitar y matar ese ego hipertrofiado desde la humildad y la solidaridad fraterna, reconduciendo la fuerza del amor en la dirección correcta.
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El gran enemigo del progreso moral del hombre, tanto a nivel social como individual, es nuestro ego. El ego surgió de alimentar mal (con codicia y materialismo) y enfocar incorrectamente (hacia nosotros mismos en vez de hacia Dios y por ende a todas las criaturas) nuestra legítima sed de felicidad personal sin medida. Lo que debió ser un factor de crecimiento y afirmación personal en el marco de una autoestima sana, se convirtió en un crecimiento desordenado del culto al “sí mismo”, que ahora el sistema materialista se dedica a hipertrofiar y adular sin medida con elementos que van desde el fomento del consumismo egocéntrico individualista y narcisista-omnipotente, hasta las justificaciones “científicas” (sociobiológicas) del egoísmo, pasando por la tan en boga “psicología del yo” (que paraliza todo progreso ético con la excusa de la autoestima en su cruzada extrema contra la culpa y por hacernos creer que somos perfectos) y por la enseñanza de la competitividad feroz desde la más tierna infancia.
Por proteger, servir y regalar a nuestro ego, sacrificamos a todos y a todo lo demás, nos volvemos iracundos y muy susceptibles, soberbios, intocables y mentirosos. El ego se manifiesta de muy diversas maneras según la personalidad del individuo. Se puede detectar examinado tanto nuestras reacciones como el discurso interno que, si somos sinceros, está en el fondo de nuestra mente. A MÍ nadie me puede – ni lo más mínimo - cuestionar, enseñar, corregir, mejorar con su crítica, limitar en nada o negarme lo que yo quiero, porque me sentiré ofendido y responderé con ira. Creo, absurdamente, que tales cosas son quedar “por debajo” de los demás o parecer tonto, y eso no lo puedo consentir; siempre tengo que vengarme o salirme con la mía y decir yo la última palabra; no me basta con aceptar que no soy menos que los demás, es que además creo que soy mejor que nadie. Yo siempre tengo razón, tengo justificaciones y buenas razones para hacer lo que hago (incluso y especialmente el mal), mientras que el otro hace lo que hace porque es malo o es imbécil. Yo tengo que ser el centro o protagonista de todo lo que pasa (egocentrismo) sea bueno o malo, necesito mi público, que me admiren, que vean mi belleza, lo bien que hablo, lo mucho que sé de todo, incluso que vean lo bueno que soy o lo que sufro. No hay mayor placer que crecer yo empequeñeciéndote a ti (por medio del desprecio, de la burla, de la comparación, de la estrategia manipuladora, de la calumnia, de la explotación, de la humillación pública...). Mi sagrado YO es mi único dios verdadero.
Por el ego torcemos la realidad más evidente hasta límites increíbles (para creernos el centro de todo lo que pasa) y nos mentimos a nosotros mismos (tratando de hacer pasar el interés por virtud, negándonos a la autocrítica de nuestra conducta o siendo impermeables o agresivos ante la crítica ajena), manipulamos y dañamos, nos volvemos ciegos ante nuestros propios defectos aunque vemos perfectamente y señalamos esos mismos defectos en los demás. Así, el ego es sabio en estrategias de engaño, que serán más sutiles cuanto más avanzada moralmente esté la persona, y más cínicas cuanto menos lo esté.
El ego, esa necesidad hipertrofiada de afirmarnos a nosotros mismos sobre los demás, es siempre lo que nos pierde, la raíz de todos nuestros defectos morales. El problema es que ninguna visión materialista de la realidad o de la ética aporta ninguna solución para controlarlo, al contrario, el materialismo lo justifica por la “ciencia” y lo incrementa por el halago y la sensualidad. Por eso, el que quiera mejorar espiritual y éticamente no tiene más remedio que dirigirse al terreno de lo espiritual. Las tradiciones espirituales de todo el mundo centran el perfeccionamiento espiritual y ético del hombre en negar, debilitar y matar ese ego hipertrofiado desde la humildad y la solidaridad fraterna, reconduciendo la fuerza del amor en la dirección correcta.
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sábado, 9 de enero de 2010
LA GUERRA DEL CRUCIFIJO. Una visión desde la Constitución
No soy jurista ni abogado, pero creo que la retirada de los crucifijos no sólo no puede apoyarse en la Constitución sino que, a mi humilde entender, atenta contra ella.
En primer lugar, todo parte de que muchos confunden los siguientes conceptos:
"Estado Aconfesional" (el estado es neutral en cuestiones religiosas, no tomando partido en favor de ninguna creencia ni no creencia),
"Estado Laico" (toma partido por la no creencia pero respeta-tolera las confesiones y creencias),
"Estado Laicista" (militantemente ateo, ataca las creencias religiosas).
Estoy seguro que España, según la Constitución, es un Estado Aconfesional ("Ninguna confesión tendrá carácter estatal" pero se colabora con las creencias de los españoles), no laico ni menos laicista. Por tanto la retirada de los crucifijos no puede basarse en la Constitución y es anti-constitucional.
En segundo lugar, si estamos en un sistema basado en el concepto de voluntad popular expresada en la idea de predominio de la opinión mayoritaria (y respeto a las minorías), no entiendo cómo una ley puede retirar unos símbolos que molestan a una minoría cuando la mayoría (creyentes) los aceptan. No entiendo cómo una minoría se puede imponer a la mayoría en un sistema democrático. Eso tampoco lo ampararía nuestra Constitución.
En tercer lugar, y recogiendo los dos argumentos anteriores, los creyentes podemos estimar que
1) retirar los crucifijos es una toma de partido del Estado por una opción en materia religiosa (en este caso a favor de la no creencia), cosa prohibida por la Constitución.
2) retirar los crucifijos puede ser considerado un acto hostil contra la religión (anti-constitucional: ver primer argumento).
3) retirar los crucifijos puede ser considerado un acto ofensivo para la mayoría creyente, tanto como hacer presente el crucifijo puede ofender a los no creyentes, por lo que debe predominar la opinión mayoritaria (ver segundo argumento).
En primer lugar, todo parte de que muchos confunden los siguientes conceptos:
"Estado Aconfesional" (el estado es neutral en cuestiones religiosas, no tomando partido en favor de ninguna creencia ni no creencia),
"Estado Laico" (toma partido por la no creencia pero respeta-tolera las confesiones y creencias),
"Estado Laicista" (militantemente ateo, ataca las creencias religiosas).
Estoy seguro que España, según la Constitución, es un Estado Aconfesional ("Ninguna confesión tendrá carácter estatal" pero se colabora con las creencias de los españoles), no laico ni menos laicista. Por tanto la retirada de los crucifijos no puede basarse en la Constitución y es anti-constitucional.
En segundo lugar, si estamos en un sistema basado en el concepto de voluntad popular expresada en la idea de predominio de la opinión mayoritaria (y respeto a las minorías), no entiendo cómo una ley puede retirar unos símbolos que molestan a una minoría cuando la mayoría (creyentes) los aceptan. No entiendo cómo una minoría se puede imponer a la mayoría en un sistema democrático. Eso tampoco lo ampararía nuestra Constitución.
En tercer lugar, y recogiendo los dos argumentos anteriores, los creyentes podemos estimar que
1) retirar los crucifijos es una toma de partido del Estado por una opción en materia religiosa (en este caso a favor de la no creencia), cosa prohibida por la Constitución.
2) retirar los crucifijos puede ser considerado un acto hostil contra la religión (anti-constitucional: ver primer argumento).
3) retirar los crucifijos puede ser considerado un acto ofensivo para la mayoría creyente, tanto como hacer presente el crucifijo puede ofender a los no creyentes, por lo que debe predominar la opinión mayoritaria (ver segundo argumento).
Por Gabriel Wüldenmar Ortiz
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"LA SOLIDARIDAD ES DELITO"
Cuando leí esta afirmación en un cartel callejero, a propósito de cómo tratamos a los inmigrantes en este sistema y en esta sociedad, tomé buena nota. Lo que no esperaba es que pocos meses después lo experimentaría en mis propias carnes. La cosa fue que acompañé a un muy querido vecino, inmigrante africano (honesto y trabajador padre de familia), a un Juzgado de Instrucción de Málaga que lo había citado (al final para nada grave). En la citación no decía que se presentase con abogado pero como mi amigo apenas habla muy poco de español y no sabe leer ni escribir (sólo su nombre), fui yo para echarle una mano con el idioma. Cuando delante de él pregunté a la funcionaria de qué se trataba, me preguntó con hostilidad que quién era yo. Cuando le dije que era un amigo de él, me dijo que a mí no tenía por qué decirme nada, que me marchara, y a mi amigo le alargó un papel pretendiendo que lo firmase. Como es lógico, mi amigo quería saber qué es lo que iba a firmar – es un derecho absolutamente lógico - pero como no sabía leer me alargó el papel y yo lo estaba leyendo, cuando la funcionaria, visiblemente enfurecida me quiso impedir que lo leyese. Como yo pretendí continuar la lectura y le pedí “un momentito por favor”, gritó que llamasen a seguridad. Otro funcionario se me encaró y me dijo que me marchara o tendría que llamar “a las Fuerzas del Orden”.
Yo, para no empeorar las cosas y porque, lo confieso, me sentí intimidado, me marché como un cobarde. Allí quedó mi amigo sólo, en perfecta indefensión al no saber lo que pasaba ni lo que firmaba. Y yo fuera preguntándome si esto es justicia, si el amor al prójimo, la amistad y la solidaridad son ya delito en la “próspera” Europa de las “libertades”.
Yo, para no empeorar las cosas y porque, lo confieso, me sentí intimidado, me marché como un cobarde. Allí quedó mi amigo sólo, en perfecta indefensión al no saber lo que pasaba ni lo que firmaba. Y yo fuera preguntándome si esto es justicia, si el amor al prójimo, la amistad y la solidaridad son ya delito en la “próspera” Europa de las “libertades”.
Por Gabriel Wüldenmar Ortiz
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El PLANETA AMENZADO Y LOS PODEROSOS
Muchas personas, grupos y pueblos pusieron sus esperanzas en que la Cumbre de Copenhague (Diciembre de 2009) lograría un acuerdo tan bueno como necesario para frenar la destrucción ecológica de nuestro mundo. Sus esperanzas quedaron decepcionadas. Tras esta Cumbre de políticos y gobernantes queda de manifiesto la incapacidad de los “líderes” mundiales del capitalismo para dar una respuesta ante el problema ecológico. Dichos “líderes” demostraron, al defraudar las expectativas de la Humanidad una vez más, que no representan a nadie, como no sea a los poderes en la sombra en este sistema: las grandes empresas y corporaciones que los sostienen y financian, y que no van a solucionar el problema ecológico ni el del hambre y la desigualdad, porque son esos poderes los responsables de dichos problemas.
Si no representan a los ciudadanos, ni trabajan para el interés común, y sólo saben gastar y contaminar más, y servir de apoyo a los poderosos responsables de estas amenazas globales, en buena lógica deberían ser depuestos de sus cargos, juzgados y encarcelados por un delito de Lesa Humanidad ante un Tribunal Penal Internacional. En lugar de eso, los encarcelados por los esbirros del poder y por sus jueces títeres fueron un grupo de manifestantes pacíficos de la prestigiosa Greenpeace. Estos cometieron el tremendo delito de colarse en la fiesta de los ricos y poderosos con una incisiva pero respetuosa pancarta (“Los políticos hablan, los líderes deciden”) aparecida inconvenientemente ante las cámaras. Por haber molestado así al Imperio de la Bestia, fueron tratados de manera “desproporcionada e innecesariamente cruel” en las cárceles danesas. Quedaron en libertad con cargos tras 21 días incomunicados sin poder recibir cartas ni correos electrónicos ni poder realizar una simple llamada telefónica, como si fueran “peligrosos terroristas”, que es lo que se dice ahora para controlar el pensamiento independiente. Si los líderes mundiales trabajan para la mafia empresarial mundial empeorando el destino de la Humanidad, no pasa nada; si unos manifestantes pacíficos enseñan una pancarta, son encarcelados y maltratados. Son peligrosos porque denuncian la verdad que no se quiere oír.
Esta es la democracia capitalista, que no hace nada si te introduces en una fiesta o palacio de los poderosos, pero sí te encarcela si lo haces para decir alguna verdad incómoda. Muchos lo entendieron así, y dejaron de comprar productos daneses, enviaron cartas o e-mail de protesta a las embajadas y consulados de Dinamarca, y de apoyo a Greenpeace. Pero lo mejor es que corroboró una vez más que el capitalismo es incompatible con la solución del problema ecológico (tanto como del hambre, la esclavitud infantil, la injusticia y el paro) y con la supervivencia de la Humanidad.
Si no representan a los ciudadanos, ni trabajan para el interés común, y sólo saben gastar y contaminar más, y servir de apoyo a los poderosos responsables de estas amenazas globales, en buena lógica deberían ser depuestos de sus cargos, juzgados y encarcelados por un delito de Lesa Humanidad ante un Tribunal Penal Internacional. En lugar de eso, los encarcelados por los esbirros del poder y por sus jueces títeres fueron un grupo de manifestantes pacíficos de la prestigiosa Greenpeace. Estos cometieron el tremendo delito de colarse en la fiesta de los ricos y poderosos con una incisiva pero respetuosa pancarta (“Los políticos hablan, los líderes deciden”) aparecida inconvenientemente ante las cámaras. Por haber molestado así al Imperio de la Bestia, fueron tratados de manera “desproporcionada e innecesariamente cruel” en las cárceles danesas. Quedaron en libertad con cargos tras 21 días incomunicados sin poder recibir cartas ni correos electrónicos ni poder realizar una simple llamada telefónica, como si fueran “peligrosos terroristas”, que es lo que se dice ahora para controlar el pensamiento independiente. Si los líderes mundiales trabajan para la mafia empresarial mundial empeorando el destino de la Humanidad, no pasa nada; si unos manifestantes pacíficos enseñan una pancarta, son encarcelados y maltratados. Son peligrosos porque denuncian la verdad que no se quiere oír.
Esta es la democracia capitalista, que no hace nada si te introduces en una fiesta o palacio de los poderosos, pero sí te encarcela si lo haces para decir alguna verdad incómoda. Muchos lo entendieron así, y dejaron de comprar productos daneses, enviaron cartas o e-mail de protesta a las embajadas y consulados de Dinamarca, y de apoyo a Greenpeace. Pero lo mejor es que corroboró una vez más que el capitalismo es incompatible con la solución del problema ecológico (tanto como del hambre, la esclavitud infantil, la injusticia y el paro) y con la supervivencia de la Humanidad.
Por Gabriel Wüldenmar Ortiz
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